sábado, 4 de junio de 2011

Dicen que no hablan las plantas.

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,

Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,

Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,

De mí murmuran y exclaman:

—Ahí va la loca soñando

Con la eterna primavera de la vida y de los campos,

Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,

Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.


—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,

Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,

Con la eterna primavera de la vida que se apaga

Y la perenne frescura de los campos y las almas,

Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.


Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,

Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?


Este poema de Rosalía de Castro está incluido En las orillas del Sar.


El tema de este poema se caracteriza por la exaltación del yo, el intimismo y el desbordamiento sentimental. A través de éste, la poetisa da salida a su frenesí vitalista y a sus frustraciones, ya que canta sus esperanzas, proclama su dolor de envejecer y exhibe su melancolía.


En este poema, Rosalía de Castro afronta el tópico de sueño/realidad mediante un diálogo entre el yo-poético y la naturaleza. En éste observamos un recurso muy frecuente en la literatura como es relacionar ensoñación-locura. En este caso, el yo-poético no sólo acepta estas ensoñaciones, sino que las encuentra necesarias para poder vivir. Las considera una forma de evadir la realidad. Una realidad tan cruda como es la propia vida: envejecer.


Por otro lado, gracias a la capacidad de soñar y dar vida a lo que no tiene no sólo consigue evadir la realidad sino que el yo-poético puede admirar la vida/naturaleza.


¿Quién no ha recurrido a los sueños para afrontar la realidad?¿Quién no tiene miedo de la propia vida?¿Quién no quiere envejecer?


Soñar e imaginar son dos facultades del ser humano que queramos o no a menudo nos evaden de una realidad. A veces una realidad tan cruda como envejecer.

Amamos un vida, de la cual lo único que tenemos asegurado es la muerte.

Y realmente... ¿Se puede vivir sin sueños?, es decir, ¿Realmente puede afrontarse la propia vida sin ellos?

¿No es a base de sueños que podemos admirar la vida? En mi opinión, la vida sin sueños no es vida.


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